Hoy venimos a
despedir a Carlos Alberto Zigarán, un esposo, padre, abuelo, tío, hermano, suegro y amigo.
Carlos había
nacido el primero de Noviembre de 1931, tenía 83 años.Carlos era conocido por muchos nombres, entre ellos Papá, Abuelo Tito, Tío Carlos y Suegro.
Carlos llevaba sus sentimientos a flor de piel, esto se reflejaba en sus expresiones de afecto por sus seres queridos, particularmente su esposa Emma de casi 60 años de casados, como también en la discusión familiar o entre amigos cuando el tema era la política. Esto último es algo que comparto y que entiendo dado que en más de una ocasión hemos tenido amigables intercambios. Por suerte compartíamos en la gran mayoría de los casos las mismas posiciones.
Pero donde Carlos supo volcar mucho de sus sentimientos, sus ansiedades, fue en su creador y Salvador Jesucristo. El sabía que Dios es un padre de amor, de compasión, de entrega.
Tanto Carlos como Emma vivieron con la tristeza de tener parte de su familia muy lejos, y a eso sumado la ansiedad de sentir que uno de sus hijas padecía de una enfermedad que, con el paso del tiempo se complicaba.
Carlos y Emma tuvieron 4 hijos y 9 nietos. Ahí fue donde yo presencié en práctica como Carlos había entendido el mensaje de amor y compasión de Dios, en el trato que le daba a esos que necesitaban más ese amor, esa comprensión, el respeto por quienes eran sus seres queridos, principalmente en el caso de Ian, mi hijo que tiene una discapacidad, respetándolo, aceptándolo como era, distinto. Pero no solamente ofrecía compasión y amor cristiano a los que estaban en la familia; Carlos visitaba presos que no conocía, enfermos que no tenían familia, y ayudaba a los que Dios ponía en su camino, sin preguntar mucho ni esperar las gracias. Para los más cercanos que han seguido y vivido diariamente el desarrollo de la enfermedad de Carlos, tanto la familia Acutain, que fue golpeada estos últimos tiempos muy duro, viviendo simultáneamente varios frentes, como también la familia Zigarán en Córdoba, al igual que para nosotros desde EEUU, esto es el final de un capítulo, siempre sabiendo que Dios está al timón, desde su trono, de ahí nos vendrá a juzgar tanto a los vivos como a los muertos.
Le damos Gracias a Dios por la vida de Carlos, por haber podido compartir parte de esa vida con nosotros.
Ahora está con Dios, con Gabriela, en el paraíso celestial.
Carlos, El Señor le bendiga y le guarde; El Señor haga resplandecer Su rostro sobre usted, y tenga de usted misericordia; El Señor alce sobre usted Su rostro, y le dé paz.
Y que su ejemplo de dignidad, y vida simple y limpia perdure en sus hijos, nietos, y en toda su familia.
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